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ASEDIO CATÓLICO

Asedio católico. No existe otra manera de denominar el exceso de estupidez religiosa al que nos vemos sometidos. Se acercan a nosotros como el Espíritu Santo, en silencio, pero acechándonos por todas partes. Y es que no hay arma más peligrosa que un libro vacío o un alambre de espino disfrazado de esperanza.

La Iglesia católica ha sabido escudarse en la injuria, el ultraje y la ofensa cada vez que alguien la apuntaba con el dedo y sacaba a la luz todos sus trapos sucios. Sin embargo, ahí sigue, como una piedra en el camino, una mala hierba que vuelve a florecer, una zancadilla continua a la Humanidad. En Europa, y concretamente en España, se aferra con uñas y dientes, sobreviviendo a todos los altibajos desde la Inquisición, como una pesada ancla que todavía actúa sobre la educación y la sociedad. Asimismo, en Italia, sin ir más lejos, la Iglesia ejerce tal presión que la escasez de derechos de los homosexuales, así como la controversia entorno a la fecundación asistida y al aborto, son temas claramente candentes.

El anarquista Bakunin dijo: “La religión es demencia colectiva”. Y es que la Iglesia mató a Copérnico, a Hipatia de Alejandría, a Alan Turing, a Juana de Arco y a Galileo Galilei, entre otros muchos. A algunos de ellos los quemó en la hoguera y los redujo a cenizas, como sigue haciendo hoy en día con todo aquel que piensa o es diferente. Cuando todavía Europa no se amedrentaba frente a una mujer con el pelo cubierto, la Iglesia perpetraba crímenes como el genocidio de pueblos prehispánicos, amordazaba a la mujer, mutilaba la justicia, acababa con la multiculturalidad y acallaba a la ciencia. Hoy, lo continúa haciendo, pero pide perdón y lanza una oración para los pobrecitos de Siria, los desgraciados de Venezuela y los cristianos de Egipto.

Entendemos que, como elemento retrógrado y como yugo social, la Iglesia haga acto de presencia para defender sus valores más tradicionales, por injustos que sean, pero lo que nos negamos a aceptar es que algunos de sus líderes se detengan -causando un revuelo mediático de paso- ante una actuación “demasiado” liberal, cuando el Carnaval es precisamente eso: júbilo, transgresión y provocación. Más aún cuando se trata de la Gala Drag de Las Palmas de Gran Canaria, todo un símbolo de integración social para lo miembros de la comunidad LGTB. A lo mejor el problema del obispo de Canarias, el señor Cases, es que aún no se ha dado cuenta de eso. Habrá que enseñarle cómo funciona la televisión en color y arrastrarlo al presente.

Mientras figuras con nombre y apellido nos roban en nuestras narices, nosotros le pintamos un cuadro a Wert, vapuleamos al diferente, castigamos a un par de titiriteros, condenamos a un youtuber travieso e inhabilitamos por siete años a una usuaria de Twitter por publicar chistes sobre Carrero Blanco -no vaya a ser que se ofenda-. En otras palabras, laureamos al mentiroso y juzgamos al que ejerce un derecho tan básico como la libertad de expresión. ¡Por Dios, que alguien venga y le diga a España que Franco murió hace años!

Parte de culpa también debe recaer sobre los periodistas, que crearon una noticia a partir de un hecho que debía ser normalizado y dieron pábulo a una carta que no producía otra cosa sino vergüenza ajena y repulsa. Ellos mismos se burlaron de la propuesta de Unidos Podemos de eliminar la misa de la programación de La 2, una cadena pública que, por consiguiente, debe responder a las necesidades de todo el país y no adoctrinar en el cristianismo y las sandeces a un pueblo sediento de cultura. No tomaron la misma postura, sin embargo, cuando La 1 no dudó en eliminar de su página web la Gala Drag al completo. La cadena, como haría un buen cristiano devoto, incluso pidió disculpas.

La artista canaria Antonia San Juan ya lo dejó claro a lo largo de su poemario Casa sin muñecas, pero, en caso de duda, lo ha advertido en diversas ocasiones: “Donde no hay lectura, hay superstición. Donde no hay pensamiento, hay religión”.

Amén.
RMG

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